César Ciriano
Tras la catástrofe nuclear en Japón, muchas están siendo las voces en todo el mundo, y en particular en Europa, que están poniendo de manifiesto las innumerables desventajas y peligros que presenta la energía nuclear: sus riesgos y sus efectos secundarios son muy superiores a sus ventajas en cuanto a costes de producción.
Por este motivo, ha recobrado con vigor el debate sobre la necesidad de incrementar el papel de las energías renovables dentro de nuestro sistema energético, y más todavía en Europa, donde la dependencia sobre el petróleo es muy importante y uno de los principales lastres para nuestro crecimiento económico en el futuro.
De ahí que sea absolutamente necesario revitalizar el debate sobre qué tipo de energía queremos para el futuro, donde las fuentes renovables (solar, eólica, hidráulica, biomasa, hidrógeno y demás en fase de desarrollo) parece que se había limitado su importante potencial de crecimiento en estos años de crisis, por la mentalidad cortoplacista de quienes son partidarios de la energía nuclear y de la derivada de los combustibles fósiles.
En este contexto, necesitamos invertir en España y en Aragón varios miles de millones de euros adicionales todos los años si queremos conseguir, de aquí a varias décadas, una dependencia energética mínima, y también lograr por fin reducir los efectos del cambio climático, como muy acertadamente expone el Informe “Un nuevo modelo energético para España” (de mayo de 2009), elaborado por un grupo de expertos de la Fundación Ideas para el Progreso elaborado (http://www.fundacionideas.es/sites/default/files/pdf/Informe_Modelo_Energetico_Web.pdf), y que plantea, muy acertadamente, un escenario en 2050 con un 100% de la energía de fuente renovable.
Las energías alternativas cuentan en Aragón con un peso en nuestra producción energética superior a la media nacional, según las últimas estadísticas, pero el potencial de crecimiento es entre nosotros todavía mayor que en el resto de España, al contar nuestra tierra con un territorio muy amplio en comparación con su población, y tener recursos naturales abundantes.
Por estos motivos, la línea a seguir en España y en Aragón es la planteada en este informe, y si queremos legar a nuestros hijos un sistema energético equilibrado y sin riesgos, la única opción que nos queda es aumentar de modo progresivo y decidido la investigación en energías alternativas, con el fin de mejorar la eficiencia en su producción y abaratar sus costes, de modo que podamos conseguir que este tipo de energía sea mayoritario en no muchos años.
Tras lo sucedido en Fukushima, y demos un paso adelante importante en este campo, para conseguir en pocos años lo que avanzaríamos en muchas décadas. España y Aragón deben invertir de modo decidido en las energías renovables y destinar cada año, conjuntamente, varios miles de millones de euros adicionales en su investigación y apoyo, no sólo a la solar y eólica, sino también a la hidráulica, sobre todo la de menor dimensión, y la biomasa y los biocombustibles y otras energías cada vez más desarrolladas.
Porque si los europeos conseguimos finalmente terminar con nuestra dependencia energética, habremos terminado de liberarnos de la costosa hipoteca que supone hoy el modelo energético que tenemos, basado en el petróleo y en las nucleares. Una energía limpia es garantía de futuro y de progreso para nosotros y para las generaciones venideras.
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